2 de mayo de 2008.
ARMAMENTO CÁNTABRO, 200 AÑOS DE HISTORIA Y OLVIDO
BERNARDO COLSA LLOREDA (Presidente de ADIC).
Se van a cumplir doscientos años del inicio de la ocupación francesa y, precisamente por ese motivo, se han organizado actos de distinta índole que en Cantabria, por lo que ha trascendido, no van a pasar mucho más allá del homenaje al camargués Pedro Velarde, militar elevado a la categoría de héroe dentro de ese halo mitológico en el que algunos tratan de envolver la fecha del 2 de mayo.
Lamentablemente y, sin entrar a discutir el recuerdo de Velarde, no parece que este año sea, por ser tan significativo, el que de verdad muestre un cambio de tendencia para dar la verdadera visión de los acontecimientos que se sucedieron a partir de esa fecha hace ahora doscientos años, camuflándose una vez más lo que en realidad pasó para mayor gloria de una visión idealizada de España. En nuestra comunidad, lo que está concretado son únicamente sendos actos militares en la Plaza Porticada y en Muriedas, actividades organizadas por el Cuartel General de Fuerzas Pesadas y los Ayuntamientos de Santander y Camargo. Esto es, una exaltación militar a la figura del capitán de artillería en lo que a nuestro juicio supone un alarde de patrioterismo rancio y casposo. Cantabria, por lo que parece, volverá a conmemorar la efeméride olvidando a aquellos ciudadanos que se levantaron en armas y recorrieron los montes de Cantabria para defender su terruño, celebrará la efeméride dejando de lado a aquellas villas escenarios de batallas cruentas, relegando, en definitiva, la memoria de unos antepasados que defendieron su país frente al invasor y que fueron capaces de organizarse en partidas paramilitares al margen de una España caótica y descabezada.
Nuestra tierra no tuvo un comportamiento excesivamente diferente al de otros territorios, pero sí se dieron determinados episodios que merecen ser rescatados de un olvido direccionado que ha propiciado que acontecimientos destacados de nuestra historia los hayan convertido en anécdotas inapreciables y desconocidas para el gran público, poniéndose de manifiesto, una vez más, lo injusta que ha sido Cantabria, sus instituciones, con sus héroes y personas ilustres.
Es de justicia hoy, en fechas tan señaladas, homenajear, recordar y evocar a guerrilleros injustamente olvidados como Manuel Bedia Ruiz, Hilario García de Huerta, Manuel Colmenares Prellezo, Lorenzo Herrero, Pedro García de Soto, Manuel García del Barrio, Juan Obeso "el recio", Andrés del Río o Juan Salcedo. A personajes tan significativos como Juan López Campillo, legendario bandolero, o a Juan José González de la Riva, pasiego que formaría el Regimiento de Húsares de Cantabria, unidad militar de caballería que junto con el cuerpo de infantería denominado Tiradores de Cantabria, formarían el ejército de voluntarios llamado Armamento Cántabro, posteriormente conocido como División Cántabra, que durante siete años hostigaría a las tropas francesas no sólo en territorio cántabro sino en todo el norte peninsular.
Todos ellos, los emboscados cántabros y los voluntarios paramilitares, fueron de la mano para defender sus casas, sus valles, sus costumbres y su independencia en un tiempo de cambios y de confrontación ideológica que en Cantabria suponía enfrentar dos mundos contrapuestos, el rural apegado a las tradiciones e instituciones propias y las ideas liberales representadas por la ciudad de Santander. Encuadrados en la Junta Suprema Cantábrica, estos batallones presentan además una nomenclatura sintomática que les convierten, si cabe, en una circunstancia significativa para comprender un período clave en nuestra historia, un momento en el que florecen instituciones culturales, políticas y mercantiles dotadas de un barniz identitario que evocan el legado histórico de nuestra tierra.
La División Cántabra, unidad militar que el propio Porlier comandaría, sirvió a través de voluntarios en su mayor parte pero, según cuentan los estudiosos de la materia, con un peculiar estilo profesional, al parecer algo poco corriente en aquella guerra y tan diferente al acostumbrado por partidas y guerrillas. Por documentos de la época sabemos de su origen fue popular, levantado a fuerza de sacrificios de las gentes de Cantabria y por entre otras cosas "amor a ese país nativo"; el objetivo era "levantar un regimiento de nuestros jóvenes para operar en unión de otro cualquiera que defendiese la buena causa en las demás provincias". La trayectoria de este batallón concluirá en 1815 pero dejará tras sí un amplio historial de acciones que es justo que ahora sean recordadas: Santander, Cabezón, San Vicente de la Barquera, Cabuérniga, Puente Arce, Reinosa, Saldaña, Aguilar, Colio, Potes, Ribadesella..., villas donde los Húsares y Tiradores de Cantabria dejarían su sello, trasladando incluso al folclore popular a través de numerosas trovas y tonadas sus acciones.
Hasta hoy, poco ha importado esta historia a la Delegación de Gobierno y a la de Defensa. Realizando un paralelismo, parece que los dirigentes actuales cometan la misma torpeza que sus antecesores administrativos y militares doscientos años atrás cuando diluyeron el Armamento Cántabro sin el más mínimo reconocimiento y cuando, tras acabar la contienda abandonaran, persiguieran, encarcelaran y ajustuiciaran a los militares de ideología liberal como el mismo Porlier, Campillo u otros emboscados. Si no cambian mucho las cosas, el aniversario pasará de nuevo sin un homenaje a nuestra historia y nuestros héroes, un agravio más.
Otra vez, la figura de Velarde eclipsará lo que realmente significó la Guerra del Francés. La toma del Castillo de San Felipe, los episodios de Reinosa, La Hayuela, Cabezón o Montesillo, los actos del Armamento Cántabro continuarán sin tener la más mínima mención en los discursos y actos oficiales con la única excusa de glorificar al "héroe de Madrid", en un evidente ejemplo de manipulación histórica y encauzamiento ideológico.
Es una constante. Lo cántabro, la aportación de Cantabria a la historia parece que sólo es fruto de casualidades, como el nacimiento de Velarde en Muriedas. Fuera de ahí no hay nada. Mientras la memoria de los guerrilleros cántabros está ausente de los homenajes, mientras los ciudadanos anónimos mueren en el olvido, mientras en las villas y pueblos de Cantabria no se rinde tributo a nuestros héroes ni siquiera con una mísera placa, mientras en Cantabria se sigue pasando por encima de nuestra historia sin pudor, se escucharán loas y parabienes militares en el sentido épico y folclórico que entiende el 2 de mayo como el levantamiento de un pueblo para defender la nación y la libertad. Es una constante. La aportación de Cantabria a la historia parece que sólo es fruto de casualidades, como el hecho del nacimiento de Pedro Velarde en Muriedas. |