La Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC) ha salido al paso del calendario de fiestas oficiales de 2015 para volver a denunciar que el 28 de julio no volverá a ser festivo, práctica común en la mayoría de la legislatura. Para el colectivo cantabrista, se vuelve a poner de manifiesto que la historia y el respeto al autogobierno de Cantabria importa muy poco, no ya a este gobierno, sino incluso en una oposición que, en cuestiones simbólicas, tampoco ofrece ninguna sensibilidad.

El 28 de julio es el día que se conmemora la unión de todas las jurisdicciones cántabras bajo un mismo manto administrativo después varias intentonas, abriendo la posibilidad de admitir al resto, que lo harían progresivamente. Ese día en 1778, en la localidad de  Puente San Miguel se aprobaron las Ordenanzas de Cantabria, lo que hoy vendría a ser nuestro Estatuto de Autonomía –salvando las distancias-, hecho lo suficientemente importante como para festejarle, honrarle y celebrarle de forma intensa. Es más, la fecha debiera ser considerada como el Día Nacional de Cantabria, fiesta en la que no solo se glosara la conmemoración histórica sino que también llevaran a cabo actos institucionales y lúdicos.

La conmemoración de esta fecha es ineludible y que sea festivo también. No hay ningún argumento para no hacerlo, tan solo el de la despersonalización incentivada del hecho autonómico cántabro, no hacerlo porque no; y a ello se le suma una oposición sumisa con el tema.

Cantabria no merece este desprecio. Es la única Comunidad Autónoma que no tiene un día oficial como tal, más allá de la patrona (fiesta religiosa), el de Cabezón (fiesta cultural) o el día del Estatuto en el Parlamento (fiesta política). El Día Nacional debiera incluir no sólo actos institucionales, sino  celebraciones lúdicas en las cabeceras comarcales, distinciones, manifestaciones culturales patrimoniales y un sinfín de actividades.