CANTABRIA POSIBLE - RODOLFO RODRÍGUEZ CAMPOS
Directivo de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC).
Recientemente nuestro presidente autonómico, Miguel Angel Revilla, con motivo del día de nuestra Comunidad en la feria internacional de turismo FITUR en Madrid, hizo un llamamiento conjunto a las administraciones, los empresarios, los cántabros y quienes están unidos sentimentalmente a nuestra tierra, para “conseguir una Cantabria más rica, próspera, más solidaria y más grande”, porque, como añadió, tiene un futuro esplendoroso para estar a la cabeza de España.
Nada que reprochar al objetivo, pero falta de instrumentar y consensuar el camino a seguir. En lo que respecta a su visión de futuro, deseando que sea cierto, creo honradamente que la situación de partida y la incertidumbre y atonía que se respira en gran parte de la sociedad de Cantabria no nos va a resultar sencillo, sino todo lo contrario. Soy de los que pienso que no vasta tener ingenio para vislumbrar las oportunidades que nuestros políticos aprecian como recetas para cambiar profundamente nuestro mediocre presente que satisface a una minoría privilegiada, fruto de un pasado de más de 40 años desaprovechados, sino que se precisa inyectar por parte del ejecutivo autonómico fuertes dosis de compromiso y de responsabilidad compartida, de forma que los ciudadanos se conviertan en individuos activos para poder construir entre todos la Comunidad que necesitamos y deseamos. Se precisa que salgamos todos al encuentro del futuro.
Hace falta además tener el valor de aplicar una cirugía severa a muchos aspectos de nuestra situación de partida, para ello nuestro ejecutivo debe incorporar la voz del ciudadano en sus decisiones, reconociendo públicamente el valor de las sugerencias y aportaciones realizadas por todos. Por su parte, los ciudadanos deben entender este rol y demandar la participación que por derecho y deber les corresponde, acostumbrándose a ejercer con naturalidad sus derechos y obligaciones en los momentos y lugares apropiados, sin vergüenzas y ataduras de ningún tipo, no limitándonos a manifestar nuestras críticas, problemas y soluciones en los ambientes privados, lo que suele ser uno de nuestros peores defectos. El derecho a expresarse libremente no es una cuestión de debate, sino de principios.
Hay que convenir que Cantabria, tras la situación privilegiada de sus indicadores económicos en los inicios de la década de los sesenta, con respecto al resto de territorios del Estado, no supo hacer frente a la crisis originada en los setenta, con un desplome de nuestra estructura productiva y una carencia de una política económica propia, sin haber afrontado la denominada revolución científico- técnica de la década de los ochenta y los importantes retos que la internacionalización de la economía ha traído consigo, sin que tampoco fuéramos
capaces de adaptarnos a los cambos de producción y naturaleza de los servicios demandados por la sociedad. Esta falta de respuesta unida a una permanente crisis de nuestras instituciones autonómicas, provocó el derrumbe de nuestros sectores básicos, al margen del descontrol y derroche en el gasto público, que acentuó aún más el declive
de nuestra Comunidad, lo que la condujo a la inclusión entre la regiones Objetivo Uno de la Comunidad Europea, es decir, al certificado de pobreza europeo.
Con el cambio del Gobierno autonómico presidido por el Sr. Martínez Sieso en el año 1995, que supuso la coalición del partido popular y el regionalista, se produjo un gran avance en la normalización de la vida política en Cantabria, lo que dio lugar a una incipiente política económica propia, que unido a los importantes fondos que recibimos por nuestra condición de Objetivo Uno, y a la etapa de expansión de la economía occidental, significó un cambio positivo en nuestra tendencia del proceso de decadencia que llevábamos padeciendo, con una mejora en casi todos los indicadores económicos y, por tanto, con un crecimiento en los últimos años, pero motivado básicamente por el importante auge de la construcción, sobre todo en lo relativo a la vivienda, en especial la destinada a la segunda residencia y ubicada en nuestra franja costera, pero desgraciadamente presidido por un urbanismo de bajísima calidad y de nulo rendimiento social.
Pero a medida que avanzaban los años de gobierno de la coalición PP-PRC, se ponía de manifiesto la ausencia de un ambicioso proyecto de largo alcance que hiciese concebir una ilusión y seguridad de los cántabros por su futuro, pues nos íbamos percatando de las carencias de nuestros representantes, de su escasa valentía para oponerse a los poderes superiores cuando era necesario; de su falta de voluntad y sentimiento para poner los cimientos que realmente necesitamos para construir una Comunidad Autónoma sobre firmes bases de ideales y de una planificación estratégica detallada y rigurosa. La improvisación, el amiguismo y el oportunismo político, acentuados por los delirios propagandísticos de triunfalismo que negaban nuestra cruda realidad, a la vez que generaban una cultura de la pasividad, fue muchas veces una constante.
Es cierto que en los últimos años en Cantabria se han producido avances significativos en creación de empleo y tasa de actividad, habiéndose ultimado o encarrilado gran parte de nuestras reivindicaciones históricas en materia de infraestructuras. Pero también es cierto que nuestra población sigue envejeciéndose con la tasa de natalidad más baja de todo el mundo, lo que es más preocupante al tener la segunda tasa de actividad femenina
más baja de España; que la construcción ha sido nuestra única locomotora económica en la última década, que se ha apostado equivocadamente por el turismo como la gran estrategia en el sector servicios, donde se han gastado millonadas en campañas de promoción con una escasa rentabilidad, ignorando las apuestas por los servicios de alto valor añadido; que no se han impulsado las nuevas tecnologías ni la implantación de una cultura empresarial basada en la innovación y fomento del emprendimiento. Que carecemos de oferta de trabajo cualificado lo que motiva la penosa emigración de la gran mayoría de nuestros jóvenes mejor formados; que nuestra densidad empresarial sigue disminuyendo por ser una de las comunidades con menor ritmo en la creación de empresas, que las inversiones del exterior son anecdóticas y nunca ha habido valentía o quizás capacidad para ir a buscarlas, que nuestra ganadería está agonizante, que los pescadores no pueden sobrevivir, que estamos asistiendo al inicio de una crisis en nuestro débil sector industrial; que nuestra Caja de Ahorros ha estado sumida en profundas crisis silenciadas, que nuestra política en materia del medio ambiente se ha centrado únicamente en dotaciones e infraestructuras, sin que se haya acometido ninguna actuación política relevante en materia de ordenación y defensa de nuestro riquísimo patrimonio natural, ni tampoco en educación, concienciación y prevención; que carecemos de una Administración Autonómica moderna, que hemos sido incapaces de poner en valor nuestros activos intangibles más valiosos en materia cultural en todas sus manifestaciones y costumbres, como si existiera vergüenza por divulgar lo nuestro; que después de haber celebrado 22 aniversarios de nuestro Estatuto de Autonomía carecemos de una fiesta de afirmación autonómica que nos ayude a conseguir la cohesión y unión
como pueblo que precisamos, pues no pasamos de los actos oficiales que nada dicen a la ciudadanía en general.
Tampoco podemos ignorar la escasa rentabilidad que hemos obtenido de los miles de millones de pesetas procedentes de los fondos de la Unión Europea desde 1994, por nuestra condición de región Objetivo 1, pues hemos invertido gran parte sin una selección de actuaciones guiadas por principios de esencialidad, concentración de esfuerzos y programas operativos rigurosos. Muchas veces se ha invertido como si fuésemos ricos, despilfarrando los recursos en iniciativas aisladas que no eran el resultado de ningún modelo preconcebido de las necesidades más imperiosas. Un parque aquí, una depuradora allá, un estacionamiento acá, un parque industrial en el otro lado, un palacio de exposiciones siempre vacío acullá, un palacio de deportes para festejos ahí, una lonja de pescado de innovador diseño inactiva en el otro sitio, un mercado para ser motor del comercio del centro de la capital convertido en bodega, y así un largo etcétera. Todo lo anterior agravado por el error estadístico que se reconoció oficialmente en octubre del pasado año, que injustificadamente nos condujo a perder la condición de Objetivo 1 en beneficio de Valencia, sin que nunca nuestro ejecutivo autonómico tuviera la valentía de defender la irrealidad de nuestra estadística regional, la cual adolece del error de todos conocido de los no menos de 25.000 vizcaínos que residiendo de hecho en Cantabria no constan como censados y, por tanto, siguen teniendo la condición de residentes de derecho en la vecina Vizcaya, aportando, en cambio, renta y producto al PIB cántabro, lo que desvirtúa nuestro ficticio índice de renta por habitante.
Con el sano y noble objetivo de promover entre todos un ambicioso proyecto para un futuro distinto para nuestra Comunidad Autónoma, el Consejo Económico y Social de Cantabria –CES- presentó en enero de 2001 un informe elaborado a iniciativa propia titulado UNA VISIÓN ESTRATÉGICA PARA CANTABRIA. El documento, era el resultado del esfuerzo altruista de reflexión realizado por el CES para suscitar en la sociedad un necesario debate sobre la realidad y futuro de nuestra Comunidad, habiendo sido aprobado por unanimidad de sus
miembros, significando un ejercicio generoso e ilusionante y sin precedentes en Cantabria de un Organismo de carácter consultivo, cuyas conclusiones eran un punto de partida para abordar con la necesaria valentía los problemas, dificultades y alternativas de futuro de Cantabria, como ya se había realizado con anterioridad en otros territorios de la geografía española, en alguno casos con 12 años de antelación, como era el caso de Navarra, Alava y Guipúzcoa, y más reciente Murcia. El informe que era un documento abierto y sin ningún ánimo de criticar a nadie, no quiso entenderse por el ejecutivo autonómico de turno, entre cuyos integrantes se encontraba el actual Presidente, vertiendo injustos descalificativos sobre un noble trabajo, realizado con entusiasmo, ilusión y esperanza en que sus objetivos diesen sus frutos en beneficio de todos. La desafortunada reacción y repudio del Gobierno regional contra el informe, provocando una gran tensión que era lo único que no pretendía, puso en clara evidencia el talante democrático de nuestros representantes, así como la clara intención de que no contaban con la sociedad civil para que aportase soluciones y alternativas para diseñar una autonomía con un futuro sólido.
Hoy el Gobierno de nuestra Comunidad, cuyo semblante da la impresión de ser abierto y cercano a la sociedad civil, se le presenta una gran oportunidad de acometer lo que pretendía el CES y precisa Cantabria: acometer la iniciativa de un realista y ambicioso Plan Estratégico para afrontar el futuro con ilusión y éxito. Un proyecto que nos permita construir entre todos el modelo de Comunidad que precisamos y queremos, donde se contemplen las actuaciones prioritarias que se deben afrontar o impulsar para la transformación y modernización de Cantabria, donde se determinen los factores de atracción industrial, comercial, cultural y turística, donde se fomente la prestación de servicios avanzados a las empresas, donde se optimicen todas las posibilidades del puerto de Santander, donde se fijen planes rigurosos de formación y gestión de los recursos humanos que disponemos, adecuándolos a las necesidades futuras; donde se mejore la eficacia y eficiencia de la Administración Pública.
Donde se potencie la integración social, donde se ponga fin a la especulación del suelo que es la causa principal del precio prohibitivo de la vivienda, donde se ponga freno a la fuga del joven capital humano más cualificado y se busquen incentivos para atraer a los que viéndose obligados a dejar su tierra por falta de alternativas deseen regresar, donde la calidad de la sanidad sea una referencia internacional, donde se pongan en valor marcas tan valiosas como Valdecilla, Comillas, U.I.M.P., Racing, Festival y Concurso Internacional de Piano de Santander, Altamira y Banco Santander; donde se acepte que la principal necesidad de conexión ferroviaria es con Bilbao, donde la construcción de nuevas viviendas se ajuste a necesidades reales y no a crecimientos ficticios y desenfrenados, donde se prime la rehabilitación de los céntricos núcleos urbanos como forma de dinamizar espacios abandonados, donde se diseñen las reformas precisas de las estructuras agrarias, ganaderas y pesqueras para que sean actividades competitivas y conservadoras del medio natural; y donde la preservación de nuestro vasto patrimonio natural sea una condición necesaria para el logro de un crecimiento económico armónico.
La construcción del futuro de Cantabria pasa también por conseguir, sin ningún complejo, el
protagonismo que nos corresponde en la región norte a la que damos nombre a su cordillera y mar, lo que implica expandir nuestras colaboraciones y actuaciones principalmente con la comunidad vecina vasca, recordando que el 80 por ciento de nuestra población está asentada en núcleos que no distan en tiempo más de 40 minutos de Vizcaya, de lo que parece que sólo nos acordamos para la venta de cualquier finca que se tercie para la promoción
inmobiliaria, pero nunca para suelo industrial, como han hecho La Rioja, Burgos y Navarra.
Todo ello obliga a nuestro ejecutivo, así como al principal partido en la oposición, a imprimir un cambio de mentalidad a la sociedad en general y a sus agentes sociales en particular: una mente abierta a la comunicación y colaboración, a los planteamientos a largo plazo, a la imaginación y lógica, a lo nuevo, a lo diferente, a lo innovador ... y, a la vez, una ilusión y entusiasmo en las posibilidades de Cantabria ante el futuro, lo que supone el encuentro de la propia sociedad cántabra con el mismo.
Finalizo con una recomendación a los políticos autonómicos que han iniciado su gobierno hace escasamente ocho meses: que hagan lo importante en el primer año de su mandato.
Santander 21 de Marzo de 2004
(Diario Montañés- Tribuna Libre)
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