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Fecha: 29/09/2004 Tipo: TRIBUNA LIBRE-DIARIO MONTAÑÉS

EL PARTICULAR CONCEPTO DE TURISMO EN CANTABRIA

   EL PARTICULAR CONCEPTO DE TURISMO EN CANTABRIA

Ramón Otí Gandarillas - Miembro de la Junta Directiva de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC).

Llegados a estas fechas, toca lo de todos los años; lamentarnos de la patética campaña veraniega en Cantabria. Y como todos los años, se inventarán las excusas más ridículas para justificar lo injustificable. Pero como aquí todo nos da igual…

            Por suerte, una minoría social y política empieza a plantear que el turismo en Cantabria únicamente puede ser un elemento accesorio en nuestra economía, y se nos deje de vender la burra de que aquí solo se puede vivir “sirviendo” al turista. Ojalá la mayoría de nuestra clase política empiece a pensar en el interés común y dejen de servir, con sus actuaciones diarias, a los intereses de determinados sectores económicos. Los mismos, llevan demasiado tiempo enriqueciéndose de forma alegal, y a costa de recursos que son de todos los cántabros, en torno a esa supuesta industria turística.  Ese es nuestro principal problema: En primer lugar, depositar sobre los hombros del turismo la responsabilidad de tirar de nuestra economía, despreciando los sectores vitales, imprescindibles, en toda estructura económica. Y en segundo lugar, y como muestra inapelable de que el turismo en Cantabria jamás vino a salvar a nadie, se practica sin tapujos un turismo destructivo que lo único a lo que contribuye es a cargarse la “gallina de los huevos de oro”: la propia Cantabria. Durante años y años lo único que el turismo ha supuesto en Cantabria, y con las correspondientes honrosas excepciones, ha sido el enriquecimiento rápido y sospechoso de determinados grupos –caciques y demás fauna autóctona-, que han sabido ser los más hábiles en nuestra particular charca política. Al tiempo: trabajo precario, en condiciones inadmisibles, con horas extras sin pagar, temporalidad, falta de promoción… ingenieros, abogadas, profesores, historiadoras, médicos, economistas…cántabros y cántabras formados en nuestros institutos y universidades, poniendo “cubatitas” y raciones de “calamares a la romana”, o bien directamente emigrando.

Por último, la prueba definitiva de lo ya dicho sobre este sector en Cantabria: los números: año tras año, década tras década, Cantabria es la Comunidad Autónoma de la Cornisa Cantábrica que menor número de visitantes recibe. ¿Cómo es posible que la Comunidad que de una manera más descarada renegó de las políticas de reconversión y reindustrialización, apostando de manera explicita por el turismo, se vea superada, goleada, de manera tan inapelable por todos sus vecinos? Curiosamente aquellos que no se dejaron cegar por el dinero fácil y rápido que este sector ofertaba, aquellos que decidieron “ensuciar” sus paisajes con industrias, han resultado ser infinitamente más atractivos para el turista. ¡¿Pero cómo es posible?! En símil futbolístico es como si el Getafe, el Rayo y el Leganés quedasen todos los años por encima del Real Madrid en la tabla con presupuestos 30 veces menores. ¿No les resulta inaudito? ¿Tal vez sea porque cuentan con una mejor oferta turística, porque son más conocidos y despiertan mayor interés? ¿O porque cuentan con mejores infraestructuras, mayor  respeto por su medio ambiente, una oferta cultural y de ocio incomparable con la nuestra…? Dos ejemplos al azar: en julio, el Festival de Ortigueira (Galicia), reunía a 100.000 personas, en Agosto, el Descenso del Sella a 300.000 ¿Sabría decirme “alguien” qué acontecimiento ha reunido alguna vez en algún rincón de Cantabria, por el motivo que fuese, a tal cantidad de gente? ¿Quizás el desembarco de Carlos V? ¿el concierto de la Campa de la Magdalena? ¿las patrióticas procesiones del Carmen? ¿o tal vez ese carnaval “guerrero” de Los Corrales?. Vamos a seguir haciendo números, ¿saben que Iruñea ha recibido a más de un millón de visitantes en San Fermines, Gasteiz más de medio millón en La Blanca, Oviedo, Gijón, Bilbao… y no digamos nada Santiago? Les recomiendo que no traten de comparar sus cifras con las de Cantabria.

Sabido que el turismo no arregla nada, habrá que ver el por qué de su éxito en Cantabria: aquí merece mención especial el turbio mundo de la especulación urbanística, que ha arrasado, entre otras cosas, con uno de los elementos naturales más delicados y atractivos: el litoral cántabro. -Convendría que más de uno se leyera el informe de Greenpeace sobre la situación de la costa de Cantabria. Nadie lo va a mirar ¿verdad?-. En todo este asunto la responsabilidad de nuestros diferentes ejecutivos ha sido decisoria al respecto. No solo no poniendo freno a los desmanes más intolerables y descarados, sino que, en muchas ocasiones, amparando o potenciando este tipo de actuaciones. –recordemos el “buen hacer” de la tristemente famosa CRU-. Nuestro litoral está destrozado, pero lo único que nos quita el sueño son los intereses crematísticos de los vecinos afectados por el POL. Al tiempo, con todas las sentencias judiciales encima de la mesa, aún no se ha derribado ni un solo chamizo. Esto es ética.

Cantabria, nadie lo duda, ha contado en el pasado con potenciales turísticos impresionantes, sobre todo de cara a lo que tanto se ha insistido: el turismo de calidad. Pero aquí se vuelve a mentir, con un falso concepto de “turismo de calidad”. Se nos sigue vendiendo la provinciana idea de que ese turismo consiste simplemente en gente con alto poder adquisitivo que huye de las aglomeraciones de sol y playa. Y ahí se acaba todo, no se explica el resto del concepto: El “turista de calidad”, además de pudiente, -y de no venir casi nunca por Cantabria-, se caracteriza por interesarse y respetar el sitio que visita, por conocerlo en todos los ámbitos, su historia, su cultura viva -no la embotellada-, sus manifestaciones, su realidad diaria, sus inquietudes propias, su riqueza natural, paisajística… en definitiva, se preocupa de conocer, de aprender, porque para eso viaja, para ver cosas diferentes y genuinas, conceptos diferentes y genuinos, manifestaciones, reacciones, acentos, atmósferas, comidas, fiestas, rincones… y todo eso verlo vivo, de manera continua, en el pueblo: en una gente, en sus caras, en los bares, en la calle, y no en los museos o en los libros. Cada día más eso que se llama “cultura cántabra”, es más un objeto de estudio histórico que de estudio  antropológico. Aquí despreciamos de raíz el factor humano como atractivo, al turista le ofertamos sol, hoteles, discotecas, playas, bonitos paisajes (cada vez menos), es decir aquello de lo que precisamente el turista de calidad está saturado. Pero lo que nunca ofertamos es Cantabria, es decir, la tierra de los cántabros. Como cántabros cada vez tenemos menos que aportar, menos tenemos de interesantes, menos atracción y admiración provocamos como pueblo, sencillamente porque cada vez somos menos pueblo, más serviles y menos cántabros, y llegará un día no muy lejano en que venir a Cantabria será lo mismo que estar en Madrid, Valladolid o Cuenca. ¿Para qué visitar entonces Cantabria y dejarse el dinero? Solo quedarán marismas convertidas en campos de golf, acantilados convertidos en zonas residenciales de tercera y en puertos deportivos chusqueros, pueblos convertidos en “parques temáticos”, bosques convertidos en siniestras plantaciones de eucaliptos, y cómo no, nuestra “autóctona” y bien subvencionada Feria Taurina de Santiago en la capital. ¿Dónde estará Cantabria si no existe lo cántabro? ¿Así va a más Cantabria? ¿Sustituyendo su realidad por la vulgaridad?: Nuestras construcciones típicas convertidas en vulgares “conejeras”, nuestras fiestas convertidas en ramplonas verbenas y mercadillos, nuestros ojáncanos, nuverus, culebres, trentis…sustituidos por futbolistas del Real Madrid, el habla y el acento de las gentes de la montaña puestos en ridículo, el osu y el lobu sustituidos por Koalas y Toros Bravos, los juegos y tradiciones ancestrales convertidos en corridas de toros para el lucimiento social, nuestra música y nuestras canciones convertidos en sevillanas y discotecas de “pachanga” y “petardeo”, el carácter marinero y pesquero de nuestros pueblos y ciudades costeras transformados en gélidos paseos marítimos y complejos de ocio, burdas imitaciones de la costa mediterránea. En definitiva, ¿a qué narices se supone que ha de venir el visitante?.

 Cantabria carecerá de futuro mientras sigan vendiendo nuestra identidad como resultado de otra realidad superior y suprema, mientras, después de 3000 años de historia, se nos siga vendiendo como producto ineludible de una entelequia llamada hispanidad, mientras se siga sintiendo que Cantabria existe en función de, y no por sí misma. Mientras no tomemos conciencia de lo que somos, y de lo que verdaderamente aspiramos a ser, este pueblo no tendrá futuro, ni en lo económico ni en lo social. En la situación política actual se sigue negando un nuevo modelo de comunidad humana para Cantabria, un nuevo modelo de percepción de nuestra realidad como pueblo.

Nos estamos cargando nuestro mayor potencial turístico, nuestra realidad propia y peculiar. ¿Cómo se puede vender durante décadas que se aspira a ser potencia turística, y al tiempo se destroza aquello que más turistas atrae y de más calidad? Todo esto, es a lo que nuestro particular concepto del turismo ha contribuido, y lo peor es la permanente sensación de que todo lo que denunciamos forma parte de una estrategia política perfectamente dirigida con objetivos bien claros y nefastos para Cantabria.

 


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